Las palabras querían seguir saliendo, se acaparaban el único orificio por el que podían ser libres, se golpeaban unas a otras para ser las primeras en largarse. Golpeaban, con sus manos, mis dientes, pisoteaban mi lengua. ¿Y qué podía hacer ante tal agresión? Quería evitar una masacre, pero frente a tales golpizas, yo las dejé salir nomás.
Que se vayan a golpear a otro.
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