domingo, 29 de mayo de 2011

Erase una vez una mañana levantándose. Se vistió, se ató los zapatos y quiso salir a dar una vuelta. 
La cosa es que la mañana se encontró en pleno bosque, perdida. Las nubes parecían preocuparse por ella, pero la mañana supo disfrutar el extraño paisaje. 
Comenzó a llover, la mañana se empapó sin abrigo. Sin embargo, no se movió, quiso quedarse ahí por siempre, en una sempiterna espera del ocaso.-

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